El bilbaíno Timoteo Casado escribe en “Memorias de un gudari
republicano”, de editorial Pamiela, sus recuerdos que comienzan como brigada en
Bilbao y terminan como teniente del ejército republicano en un campo de
concentración de Valencia. Casado, un
hombre agnóstico aunque no especialmente politizado, comenzó su andadura bélica
en un batallón comunista que defendía el cinturón de la capital vizcaína. “Al
principio eres una persona miedosa pero, poco a poco, te aficionas a la
aventura e incluso te ves atraído hacia todo lo macabro que anteriormente
merecía tu repulsa. La sangre es como una droga”.
Derrotado, cuando acaba la guerra, comprobó con pesar que ya no era la misma persona. “La dureza de la vida que se impone al bando perdedor te obliga a seguir luchando sin descanso y no puedes evitar que el odio que la guerra te inculcó se mantenga presente. Estás obligado a vivir bajo la depuración y sabes que tienes en cualquier momento el riesgo de sufrir un cautiverio penoso, que en mi caso duró treinta y cinco largos meses”.
Derrotado, cuando acaba la guerra, comprobó con pesar que ya no era la misma persona. “La dureza de la vida que se impone al bando perdedor te obliga a seguir luchando sin descanso y no puedes evitar que el odio que la guerra te inculcó se mantenga presente. Estás obligado a vivir bajo la depuración y sabes que tienes en cualquier momento el riesgo de sufrir un cautiverio penoso, que en mi caso duró treinta y cinco largos meses”.
El autor,
finalmente, opina que la palabra guerra “debería ser borrada de la mente de
toda la humanidad por lo que representa y tendríamos que sentir un gran
desprecio por todas las personas violentas que no quieren que vivamos en
libertad”.
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