Cómo llega un individuo, una institución o una empresa a
hacerse con el gobierno de los otros. “La anatomía del poder”, un clásico del
pensamiento político de John Kenneth Galbrath (quien fuera uno de los más
sobresalientes e influyentes economistas del pasado siglo, profesor en
California, Princeton, Cambridge, Bristol y Harvard) y que reedita Ariel, invita a reflexionar sobre las bases del poder: cómo se impone, cuáles son sus
métodos y cuál es su funcionamiento una vez establecido.
Se enseña a los jóvenes que, en una
democracia, todo el poder reside en el pueblo. Y que en un sistema de libre
empresa toda la autoridad descansa en el consumidor soberano. Sin embargo, como asegura el autor, “el uso
del poder depende, en parte, de que se mantenga oculto, de que su sumisión no
sea evidente a los que la prestan”. Distingue a su vez tres tipos de poder: en
virtud del que se inflige un castigo a quien no cumple ciertas normas, el
obtenido a través del ofrecimiento de una recompensa y, por último, el más
importante, el poder condicionado, que se ejerce modificando las creencias
sociales: “la persuasión, la educación o el compromiso social con lo que parece
natural, correcto o justo hacen que el individuo se someta a la voluntad de
otro u otros”.
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