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El médico
Ignacio Moriones (Pueyo, 1945) fue cirujano cardiovascular y profesor en las
universidades de Córdova y Navarra, si bien no perdió el referente de su
localidad en la ausencia y ahora, con esta publicación ya en la librería, pone
en papel su gusto por la antropología y la historia poyense.
El autor, Ignacio Moriones |
Moriones,
de madre euskaldun y guipuzcoana, agradece al comienzo del libro la labor de
los estudiosos que le han precedido, algunos de talla: Jimeno Jurío, Ricardo
Urrizola o Fernando Maiora, entre otros.
Lo que iban
a ser sólo unas páginas para uso restringido al final tomaron cuerpo mayor y el
trabajo de Moriones reúne 150 hojas en las que cuenta desde el origen del
pueblo en el alto del castillo de Sancho Garcés I (s X), hoy ermita de
Santiago, a cómo se desparramó por el Hirigoyen (Barrio Alto) y más abajo.
El autor
reúne un rico vocabulario de sustrato vasco, en peligro de desaparición en la
era de la globalización y la pobreza lingüística, que muchas veces es común en
la comarca y que, por ejemplo, en Olite/Erriberri se usa a la hora de mandar “A
lo lo” (a dormir) a los niños, se empleaba para ordenar avanzar a los caballos
(“Arre = Aura = Adelante) o para la tierra pobre (“Ballueca=Balekio=Mala
hierba), y otras muchas que no hay que destripar para que los lectores compren
este interesante libro que muy bien se puede disfrutar estos días de encierro en
los que campa el coronavirus.
Reconstrucción del Malatxo de Pueyo |
El trabajo
de Moriones es, por supuesto, mayor. Habla de alimentos, juegos, frases que son
traslaciones calcadas de la lengua originaria al castellano, apellidos,
toponimia, fuentes, utensilios agrícolas, costumbres o fiestas.
Un capítulo
bonito es el de la heráldica de sus casas y las estelas funerarias aparecidas,
con especial mención a la de Malatxo la más peculiar de todas por la figura
humana que incorpora y de la que aporta un dibujo de reconstrucción.
El autor
concluye que el euskera fue el idioma natural de Pueyo y la Valdorba hasta
entrado el siglo XIX. Deja, al final, una puerta abierta al optimismo de su
recuperación en todo el territorio, “que ya llega hasta las mismas orillas del
Ebro gracias al trabajo encomiable de familias y personas, en un esfuerzo
titánico para su revitalización, en zonas en donde no hace tanto se daba por
perdida, y eso a pesar de las incomprensibles dificultades creadas por ciertos
grupos políticos y de opinión incapaces de entender y valorar ese legado y riqueza
cultural patrimonio, al fin, de todos los navarros”.
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