La autora mantiene que es una constante la presencia de individuos no
preparados para el ejercicio del cargo y cuyas locuras pagan muy caro sus sociedades,
cómplices a su vez de esos mismos desvaríos. Sólo sociedades extraviadas,
confundidas y enfermas propician y permiten estas individualidades egolátricas
y narcisistas.
Estamos
hablando de conductas frecuentes y reiteradas “de gobiernos sin sabiduría” en
donde la soberbia del poder se conjuga con la ignorancia y la obcecación, en
donde se subestiman y se ignoran las realidades y las advertencias que
obligarían a una conducta más racional y ecuánime.
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