“Tierra de leche y miel”, que Erein publica a la vez en
castellano y euskera, es la última novela de Toti Martínez de Lezea, en la que regresar
a un terreno que dio origen a su fecunda narrativa, la Edad Media y además en
Navarra, un contexto histórico habitual en la alavesa en el que, en esta
ocasión, unos pícaros personajes se enrolan como cruzados con un rey Teobaldo I
que llega de la corte de Olite. Los protagonistas correrán mil peripecias hasta
convertirse en traficantes de reliquias.
La trama arranca el año 1238, cuando
Ianiz Ruiz de Antoñana parte hacia Tierra Santa en el ejército del rey trovador,
formado por caballeros y, también, mercenarios e hidalgos arruinados. El libro
se abre con un mapa del Mediterráneo que destaca como origen de la aventura poblaciones
como Tafalla o Antoñana, el puerto de Marsella y, en destino, las ciudades de
Damasco o Jerusalén.
La Edad Media es un terreno en el que
la autora se mueve con gracia ("La calle de la judería", "Las
torres de Sancho", "Los hijos de Ogaiz"). Ahora, con picaresca y
humor, introduce al lector en el mundo del tráfico de unas reliquias por
las que se pagaba muchísimo dinero y que, en la mayoría de los casos, eran
falsas.
La novela,
además, es un guiño a una tierra, Palestina, que ha padecido la rapiña
occidental. Los europeos no fueron solo allí a “liberar santos sepulcros”,
sino, en casos, a masacrar y robar.
Tras la Cruzada,
Ianiz de Antoñana se encuentra en Tierra Santa sin dinero para regresar a su
casa, un pueblo alavés que entonces pertenecía al reino de Navarra. Ianiz es un
infanzón sin dinero y sin ganas de trabajar; le pillan con una señora y como
castigo tendrá que ir a Tierra Santa y traer de vuelta una reliquia de santa
Pía (una de esas beatas que no está ni en el santoral).
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