CONTRA EL RÉGIMEN ... (9, 50 €)

El pamplonés Miguel Sánchez-Ostiz ha presentado su última obra, “El asco indecible”, de editorial Pamiela, un vómito contra el sistema político-económico corrupto que estos días se cimbrea en la cuerda floja, entre Bárcenas y Barcinas, un eructo intelectual con babas que también salpican al lector, al inmovilismo que le ata al conformismo a pesar de expresar continuamente que está harto en la asfixia en la que malvive.
            Si en los años treinta fue necesario que Unamuno levantara el discurso de la inteligencia frente al régimen del viva la muerte, no menos acuciante parece ahora que la voz de la intelectualidad desaparecida resurja en rostros como el de Sánchez-Ostiz para regenerar una sociedad podrida, que como dice el autor se sostiene a golpe de porra y amodorramiento ciudadano.
            El mensaje cuasi ácrata de este ensayo no cree en la esperanza. “Lo cierto es que ni vamos a volver atrás, ni vamos a recuperar nuestro bienestar. Lo que venga, malo o bueno, será nuevo. Si solo depende ellos, será malo porque están empeñados en una sociedad en extremo policial, clasista, de casta, cara, al alcance de una minoría y de quien con ella está, y en la que somos muchos los que vamos a sobrar”.
            En este libro, “que nos lo han escrito en la chepa”, Sánchez-Ostiz recuerda lo que ya dijo Camus: “Ellos mandan porque tú obedeces”. Y señala hacia dentro, hacia una autoinculpación paralizadora “porque olfateas, como buen conformista apaleado, que de la protesta verbal a las acciones de rebeldía hay un trecho”.
            Ante la realidad insoportable de la corrupción política que nos asola, “El asco indecible” apuesta por “derribar al régimen. No queda otra”…. “y sé que lo que se toma por incorrección política o por disidencia radical, te hace perder amigos, por no hablar del favor de los poderosos o de quien puede darte trabajo, pero prefiero perderlos a callarme”.
            Un hartazgo el del escritor que se topa con gentes como las que nos manejan de cerca, como “la gigantilla que gobierna Nabarra”, con sus “dietas colosales y el botín de su camada”. Una desvergüenza que el autor extiende a una clase de políticos y banqueros a la que “la muerte poco importa si se ha vivido como Dios, que es de lo que se trata. Y el que no lo consiga, allá él, solo él es el culpable de quedarse en la cuneta de la vida”. Sangrante y en pocas y descarnadas palabras.

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